Había una vez en la ciudad de Bagdad un joven llamado Aladino, que vivía en la pobreza. Un día conoció a un anciano que resultó ser un mago disfrazado. El mago le dio a Aladino una lámpara mágica y le dijo que cualquier cosa que pidiera al genio que habitaba en la lámpara, se le concedería.
Aladino decidió probar la lámpara y pidió una riqueza ilimitada. Inmediatamente, un genio surgió de la lámpara y le concedió su deseo. Aladino se convirtió en un hombre rico y poderoso, pero pronto se dio cuenta de que la riqueza no le traía la felicidad que buscaba.
Un día Aladino se enamoró de la hija del sultán, la princesa Badroulbadour, pero el sultán se oponía a su matrimonio debido a la diferencia de estatus social. Entonces, Aladino pidió al genio de la lámpara que le ayudara a ganarse el amor y el respeto del sultán y la princesa.
El genio hizo que Aladino fuera invitado a la corte del sultán como un príncipe extranjero rico y poderoso. La princesa se enamoró de él y el sultán accedió a su matrimonio.
Sin embargo, el Gran Visir, quien en realidad era un mago malvado, descubrió la lámpara mágica y se la robó. El Gran Visir liberó al genio de la lámpara y le ordenó que le diera más poder y riqueza. Pero el genio, que estaba agradecido con Aladino por tratarlo con bondad, le advirtió sobre el peligro del poder mal utilizado.
El Gran Visir no hizo caso y el genio lo castigó, haciendo que su riqueza y poder fueran fugaces. Aladino recuperó la lámpara y liberó al genio de su esclavitud. Aladino y la princesa vivieron felices para siempre.
La moraleja de la historia es que el dinero y el poder no pueden comprar la felicidad, pero el amor y la bondad son valores inestimables. También se muestra que las buenas acciones tienen consecuencias positivas, mientras que la maldad y la ambición son castigadas.
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