Es lunes. Hoy salimos de la casa a las 4:30 de la madrugada para evitar el tráfico. Debido a la preparación de la comida y la ropa no nos pudimos acostar temprano. Tenemos que salir a esa hora porque de lo contrario no llegaríamos a tiempo para nuestro trabajo y el colegio de los niños. Los niños aún van dormidos en el carro y comen el desayuno dentro de él. Los pasamos dejando al colegio pero tenemos que esperar a que lo abran. Nos echamos una breve siesta ahí, todavía a oscuras. Cuando los celulares nos despiertan, dejamos a nuestros hijos en el colegio y podemos ir al trabajo.
Me da un poco de pena por los niños, que debieran dormir mejor y jugar más, pero no pudimos conseguir una casa más barata que no estuviera en una zona peligrosa. Después de dejar a mi esposa en su trabajo, llego al parqueo de la oficina y todavía me quedan algunos minutos que a veces aprovecho para dormir. Hoy no, muchas cosas me dan vuelta en la cabeza.
En el trabajo intento hacer todo dentro del tiempo laboral para no tener que quedarme más tiempo, pero a mi jefe no le gusta que yo salga puntual, como si el trabajo no estuviera hecho. Como si en los siguientes quince minutos después de la hora de salida pudiera suceder un imprevisto que forzara a todo el personal a quedarse hasta tarde para evitar el colapso total de la empresa.
No hay tiempo para que un viernes pueda ir de tragos con los compañeros. Los fines de semana hay que limpiar y arreglar la casa, ir al supermercado, ver tareas de los niños e ir a compromisos familiares. En ocasiones tengo que ir a la oficina en sábado. No me gusta, claro, porque me quita tiempo de familia, pero hay que ir.
Mi esposa trabaja en comunicación y es peor, porque si sucede algo en fin de semana le toca trabajar desde casa. Aún no entiende el porqué no la dejan trabajar desde casa. Las veces que lo ha pedido le han dicho que no. Durante la pandemia siempre tuvo que ir a la oficina, igual que yo, lo que generaba problemas porque los niños se quedaban en casa. Le tuvimos que rogar a mi suegra que llegara, y por supuesto, le pagamos. Tampoco yo entiendo por qué tengo que ir a la oficina todos los días. Trabajo en la industria alimenticia pero mi trabajo se puede hacer casi al cien por ciento en línea.
El domingo por la tarde, después de almuerzo, parece ser el único tiempo que tenemos libre. Pero a veces estamos tan cansados que no queremos salir. Los niños nos hacen salir porque ellos tienen toda la energía del mundo. Cuando llega el domingo a la noche, mientras veo a veces una película o una serie, pienso en por qué todo esto tiene que ser así. De adolescente tocaba el teclado con un grupo de amigos. Tocábamos canciones de moda. Hace un par de años compré un teclado, ilusionado por al menos tocar algo para mi familia, pero apenas lo he tocado. Sigue en su caja. Al llegar la noche estoy muy cansado como para ensayar.
Si nos permitieran trabajar desde casa podríamos cambiar a nuestros hijos para un homeschooling y más que ahorrar en el transporte, ganaríamos horas de descanso y de familia. Pero no, los jefes quieren justificar sus puestos y decir chistes malos que tenemos que soportar. Es como si sienten que su poder se diluye en el trabajo a distancia. Los resultados nunca han importado, porque según las estadísticas la productividad mejora trabajando desde casa.
No somos los únicos y probablemente para otras personas hay otras soluciones. Mi mamá cuando me quejo por teléfono con ella me dice que hay personas que están en peor situación. Yo sé, le digo, pero eso no quita que siempre estoy cansado y que además de trabajar e ir ir y regresar del trabajo apenas si puedo existir.
Un día, haciendo el super, me encontré con un viejo amigo de la banda donde yo tocaba el teclado. Estaba gordo y se miraba avejentado, iba con su familia, su esposa y dos niños. Pensé en si yo no me miraría igual. A veces ni al espejo me miro. Pensamos en juntarnos de nuevo a recordar los buenos tiempos de música, pero quién sabe si nos podamos reunir. Él también se miraba cansado.
Siempre se dice que se trabaja duro para un mejor futuro. Ya no estoy tan seguro de eso. El futuro solo parece ser más y más trabajo. Y menos vida.
Suena la alarma. Ya me toca entrar a la oficina.