También me dieron un excel con la lista de clientes y la ruta. El vendedor que yo estaba sustituyendo se llamaba Raúl. Según los comentarios de los compañeros era un tipo muy llevadero y bueno para hablar con los clientes. La venta es un arte, el arte de convencer y caer bien para cerrar la venta.
El primer cliente que visité tenía una aceitera en un barrio popular. Era un tipo que a primera vista parecía muy serio. En la agenda de Raúl tenía una anotación: se cree muy inteligente pero es un idiota total. Lo visité a media mañana un viernes. Me miró de pies a cabeza, y me dijo, así que vos sos el nuevo cerote. Dejémoslo en nuevo, le dije yo.
Empezó a hablar de que todo esto de la pandemia era una conspiración internacional para hacer bajar la economía y luego subirla artificialmente. Le contesté que tenía toda la razón, pero que yo no había leído mucho de eso. Habló sin parar del tema durante media hora que me pareció el triple, citando videos que había recibido por whatsapp, algunos blogs y perfiles de redes sociales. Luego de terminar, me compró algunos galones de aceite.
Para el segundo cliente había una anotación en la agenda de Raúl que decía este es un evangélico rematado, me tocará ir a su iglesia. Su negocio era hacerle servicio de cambio de aceite y filtros los sábados, principalmente. Cuando lo visité tenía música cristiana de fondo y cuadros con mensajes de la biblia en todo el negocio. Lo saludé diciendo buenos días, bendiciones.
Me saludó apenas, hizo como que estaba viendo un libro de cuentas y me dijo que pasara la semana siguiente. Le dije que tenía un aceite de marca a buen precio y que solo quería dejarle la información. Levantó de inmediato la vista para luego darse cuenta de que no debería mostrar entusiasmo. ¿Cuánto?, dijo. Le dije el precio y le pregunté que a qué iglesia iba. Le cambió un poco la actitud, me dijo dónde era y me invitó a ir el domingo. Por supuesto fui, y a la semana siguiente le vendí dos toneles de aceite y varios filtros para varias marcas.
El siguiente tenía una anotación en la agenda que decía a este imbécil nunca en la puta vida lo voy a volver a visitar. Busqué en el archivo que tenía su historial de pedidos y no tenía casi nada. El gerente de ventas quería que se visitara a todos, así que lo que hice fue ir a dejar una tarjeta y salir lo más rápido que pude del lugar.
Las anotaciones de la agenda me fueron útiles. Con el único que tuve un encontronazo al principio fue con un cliente que tenía anotado inestable, pero buena persona. El día que lo visité por primera vez casi me grita que éramos una empresa de irresponsables que el último pedido que habíamos llevado lo entregamos tarde y mal. Le pregunté que cuánto tiempo le habíamos servido. Me dijo cinco años, lo que yo ya sabía. Le dije, ya vio, entregamos muchos pedidos a tiempo antes, tal vez nos quiera dar otra oportunidad. Solo me respondió que llegara la semana siguiente. Llegué la semana siguiente, se disculpó por la vez anterior e hizo un buen pedido.
Aparté el siguiente viernes para un cliente que tenía la anotación bolo generoso cuando está de goma, visitar viernes. Tal y como supuse cuando leí la nota, el negocio también era cambio de aceite y servicio los sábados, así que él se emborrachaba los jueves y los viernes estaba de goma. Llegué alrededor de las 11 de la mañana, hacía calor y el cliente tenía la cara resacosa. Después de presentarme y darle las ofertas disponibles, me dijo que si tenía tiempo. Claro, le dije. Me invitó entonces a una cevichería popular en donde con un par de octavos y un ceviche me contó sus penas familiares y del negocio. También hice una buena venta.
Las anotaciones de la agenda a veces eran más extensas y siempre tenían un nombre y un número de celular. Me ayudaron mucho durante el primer semestre.
Trabajé cinco años para la empresa hasta que un día me despidieron por no entregar un par de pagos, una cifra no muy alta, que se me olvidó entregar porque lo hicieron en efectivo.