Para año nuevo cerramos la cuadra de la colonia, contratamos una disco y compramos mucha cerveza. Algunas cosas pasaron pero no todos recuerdan todo. El de la idea fue Jorge, que acaba de renunciar de su trabajo y propuso hacer una fiesta para todo mundo.
Se mandaron a hacer muchos tamales con una colecta. Un vecino puso toldos y sillas, otro puso la disco y alguien que trabajaba en la cervecería consiguió chela barata. Por supuesto que no todo mundo estuvo de acuerdo pero ninguno de los viejos aburridos consiguió aleros para protestar por la celebración.
Yo esa noche aproveché para acercarme a la Clarita, que parecía interesada pero era tímida. El Jorge tiró sus líneas para conquistar a la hija del señor del 4-20. Carlos, otro de los cuates de la cuadra dijo que iba a ver qué le salía con Rita, pero al final se terminó besándose con un chavo que apareció de la nada.
No sé qué pasó exactamente en esa fiesta, pero no hubo peleas, no hubo bolos abusivos con las mujeres y los vecinos aburridos no salieron a interrumpir. La pasamos bailando, cerveceando y comiendo. Aparecieron de la nada un grupo de músicos que eran amigos de un vecino y tocaron música latina buena parte. Todo mundo les regalaba cerveza.
Cuando llegaron las doce le logré sacar el beso a Clarita. Pensé entonces que el mundo era un buen lugar y que había encontrado al amor de mi vida. Ella era una muchacha muy bonita.
Todo mundo se dio abrazos, a veces el alcohol hermana a los que no se llevan bien y a quienes ni siquiera se conocen.
A la una de la mañana la gente se empezó a retirar de la fiesta y Carlos propuso que fueramos a ver el amanecer a Panajachel. Nos fuimos en dos carros. Por ahí alguien pasó un colmillo para los que manejaban y mota para los que íbamos atrás.
Sonaba música popular en la radio del carro. Nadie se atrevió a poner sus grupos raros y snobs de los que presumen en redes sociales.
Llegamos justo al amanecer al lago. Hacía frío y la Clarita estaba muy abrazada a mí.
Vimos el amanecer en silencio, entre cansados y drogados. La paz del lago parecía hipnótica. Un año nuevo comenzaba, éramos jóvenes y eternos y el mundo estaba esperando que saliéramos a cambiarlo.
—¡Feliz año nuevo! —gritó alguien, todavía borracho.