Marta se casó muy joven y muy enamorada con un tipo que la traicionó con otra a la primera oportunidad que tuvo y que además le gritaba y la hacía sentir inútil. Marta era mujer muy guapa, con grandes ojos cafés y pelo largo y negro. Nadie supo exactamente qué vio en el marido porque ni bien parecido era.
Los primeros meses ella pareció feliz y al poco tiempo de la boda quedó embarazada y tuvo a una niña que era igual de bonita que ella. La pequeña Marcela trajo algunos meses de tranquilidad al matrimonio. Después el marido volvió a las andadas siéndole infiel con otras, emborrachándose y maltratando a Marta. No se supo si llegó a golpearla, pero todos lo daban por descontado. Varias veces Marta quiso separarse, pero él la amenazaba y regaba bolas de que ella estaba loca. Un año después de tener a Marcela, ella quedó embarazada de nuevo y esta vez dio a luz a un hermoso niño llamado Santiago.
Nadie sabe cómo Marta soportaba a un hombre que la trataba mal, porque ella era una mujer no solo hermosa sino también muy amable y cae bien. La pareja convivía entre las rabietas del marido y la desesperación de la mujer, que sin embargo lograba encontrar consuelo con sus hijos.
Cuando Marcela cumplió cuatro años comenzó a ir a la escuela y las cosas comenzaron a empeorar. El alcoholismo del marido aumentó y les gritaba a diario a ella y a los niños. Un día de tantos Marta juntó todas las fuerzas que pudo y se llevó a Marcela y a Santiago a la casa de su abuela. El marido en un ataque de cólera destrozó muebles y ventanas de la casa cuando llegó de trabajar y no vio a nadie.
Sin embargo, para sorpresa de todos, no la buscó ni buscó a sus hijos. Dejó que se calmara el ambiente unas semanas y él dijo que Marta le era infiel y que por eso se había ido de casa.
Con la aparente calma que había en el ambiente, Marta era feliz. Nunca nadie la había visto tan radiante después del matrimonio. Esto llegó a oídos del marido y en una borrachera de tantas llegó una tarde a casa de la abuela de Marta y se llevó a los niños mientras ellas estaban haciendo compras en el mercado. Solo estaba una prima de Marta que al verlo se asustó y no pudo impedir que se los llevara.
Luego sucedería lo peor. Borracho como estaba y sin tener ninguna experiencia cuidando niños, se desesperó cuando los vio llorar y tomó un bate de béisbol y les pegó a cada uno en la cabeza, matándolos al instante. Al darse cuenta de lo que había hecho, huyó del lugar.
Cuando Marta llegó a la escena del crimen, su llanto retumbó en todo el pueblo. ¿Por qué no me mataste a mí, maldito? ¿Por qué a mis hijos?
Aunque ella lo buscó durante años para que pagara su crimen ante la justicia, nunca lo encontró. La muerte la encontró a ella en un accidente de tránsito, una noche lluviosa de agosto.
Desde entonces en el pueblo dicen que cuando hay silencio todavía se escucha el llanto de Marta. Algunos aseguran haber visto su pelo negro flotando en el aire.
¿Por qué a mis hijos?