La primera vez que la abuela predijo la muerte de uno de mis tíos nadie le creyó. El tío Luis era el más joven, deportista y de buen carácter. La abuela le dijo que se sentía triste porque iba a morir de algo del corazón. El tío Luis se rió y le dijo, madre, todos lo haremos. Sí hijo, pero vos te vas a morir en menos de dos semanas, contestó la abuela.
El tío Luis murió a los diez días de la predicción de la abuela, por una bala perdida que le dio justo en el corazón cuando iba manejando su bicicleta cerca de su casa. Tenía 27 años. La predicción de la abuela se había cumplido y mi mamá y los tíos se empezaron a preocupar. La abuela había tenido cuatro hijos, mi mamá, la más grande; el tío Alberto, el siguiente; el tío Jorge y el tío Luis.
Con el tío Luis iba yo a dar paseos en bicicleta en los bicitours que organizaba la municipalidad. Jugábamos fútbol en el campo Marte y nos llevábamos bastante bien. Lo extraño mucho todavía. Durante los primeros días después de su muerte, estuve irracionalmente enojado con la abuela. ¿Por qué abuela?, le pregunté un día. Y yo qué putas voy a saber, me respondió, con la sinceridad que la caracterizaba.
Dos años después predijo la muerte del tío Jorge. Él no quiso escuchar nada, así que fue Álvaro, su primer hijo, quien escuchó a la abuela. La muerte sería provocada por algo de la cabeza. El pobre tío Jorge no salió de su casa en un mes, pero cuando ya tenía decidido volver a la normalidad, se cayó mientras colocaba una bombilla en el techo. Se dio con la cabeza en el suelo. Pasó algunos días en el hospital, pero murió.
Después de estas dos predicciones mortales cumplidas, el tío Alberto y mi mamá dejaron de visitar a la abuela. De parte de mi mamá yo visitaba a la abuela para almorzar y de parte del tío Alberto llegaba mi prima Sandra. Pasaron otros tres años hasta que llegó la siguiente predicción.
Esta vez le tocaba morir a mi mamá. Maldije a la abuela cuando me lo contó y no conté nada en casa. Mi madre murió como dijo mi abuela, de algo del estómago. Una inadvertida apendicitis se convirtió en peritonitis y murió en el hospital una semana después de la predicción. No me pude despedir de ella porque murió en la madrugada en el seguro social y no estaba permitido quedarse con ella. Nunca estuve tan triste en la vida como esa vez y odié a la abuela, como si ella hubiese sido quien mató a mi madre.
La abuela esperó pacientemente y me buscó tres meses después. Me invitó a su casa y me contó cómo era que ella miraba la muerte. En el caso del tío Luis, soñó que él se iba de viaje, feliz, a un nuevo lugar que no quedó claro en el sueño. Luego, vio el símbolo de la muerte en algún lado y una carta con un as de corazones. Su madre le había dicho que algunos en la familia podían ver la muerte, pero por supuesto, no podían evitarla.
No quise que me contara más. Lloré sentado en la sala de su casa, con ella a la par, por más de una hora, sin parar. Ella no lloraba, sólo me daba palmadas en la espalda sin decir nada. Después de esa tarde volví a querer a la abuela y le pedí que si miraba mi muerte en algún sueño que me contara. Ella prometió hacerlo.
Sin embargo su siguiente predicción no fue de muerte, sino de suerte. Le dijo a mi prima Sandra que se iba a casar con un buen tipo en menos de un año y así fue. El Tony se hizo amigo de la familia y era para nosotros un primo más.
La abuela me predijo que aunque me ofrecieran un buen trabajo después de graduarme de la universidad, que esperara un año porque iba a venir una oferta mucho mejor. Así sucedió. Unos amigos me rogaron para aceptar un par de empleos que no se miraban mal, pero no acepté. Luego surgió una posibilidad en una transnacional que pagaba bien y acepté, justo al año de la predicción de la abuela. Me tocaba viajar por capacitaciones o nuevos mercados por varios países de Latinamérica.
Un día en que estaba de viaje por Costa Rica la abuela me llamó. Me dijo que se iba a morir y que si podía que regresara. Como regresaba al siguiente día no tuve que pedir permiso. La abuela murió una noche mientras dormía. No le contó a nadie cómo sería su muerte.
Dos días antes me llamó y me ordenó visitarla inmediatamente. José, me dijo muy seria, vos sos el que heredará los sueños. Podrás saber sobre algunas muertes y cosas felices. Siempre debés contarlo. A tu tío Jorge le dio tiempo a reconciliarse con su papá antes de morir. Fue a su tumba y le pidió perdón por las cosas que había dicho y hecho. Ellos nunca se lograron llevar bien, así que era un pendiente que tenía. Se fue tranquilo.
Vos vas a morir viejo y feliz, me dijo también.