Gotas de chocolate


Marta llega a la escuela y la recibe con un abrazo Miguel, uno de sus alumnos de kinder. El niño le cuenta que ayer fue con su papá al cine y la pasó bien. Marta sonríe y le dice que se alegra mucho, lo toma de la mano y se encamina al aula. Allí encuentra a sus demás alumnos, que le dicen buenos días y la rodean, cada uno contando lo que hacen o hicieron. Laura, la más pequeña, está llorando. Juan, el más travieso, está subido en una silla queriendo alcanzar uno de los dibujos pegados a la pared. En un momento, todos los niños gritan. Marta los llama al silencio y les dice que hoy va a ser un día muy bonito, van a pintar, a cantar y a jugar. Todo parece normal, hasta que se escuchan unos disparos afuera de la escuela.

Los disparos son de ametralladora. Provocan un silencio aterrador en el aula. Marta les dice, aguantando el susto, que se tiren al piso, que pongan su carita en el suelo. Los 15 alumnos hacen caso. Marta siente que le va a estallar el corazón, pero cada vez que les habla a los niños procura parecer serena. Ellos, al escucharla, mantienen la calma. Afuera suenan más disparos.

Por la mente de Marta pasan muchas cosas. Al observar su celular, se le ocurre grabar en video lo que sucede. Puede servir como evidencia, le dijeron alguna vez. Activa la grabación de video y continúa dando instrucciones.

—Todos en el piso, chiquitos.

Un niño pregunta si afuera están matando a alguien.

—No, no pasa nada corazón. Nada más pongan su carita en el piso.

Se escuchan ráfagas de ametralladora.

—No pasa nada, aquí no nos va a pasar nada. Nada más no me levanten la cabeza, por favor —dice con aplomo la maestra.

Otra ráfaga de ametralladora parece contestarle. Es posible que sí les pase algo. Laura cierra fuerte sus ojitos y se coloca boca abajo sobre sus brazos cruzados. Marta, asustada, respira profundo. Piensa que debe distraerlos, que debe mantener la calma a toda costa. Los niños dependen de ella.

—¡Vamos a cantar una canción! —les dice a los niños, alzando la voz con la esperanza de que se escuche más fuerte que las balas.

Laura la observa, recostando su cabeza en sus manitas. Sonríe cuando su maestra empieza a cantar la canción. Miguel, arrastrándose, se acerca con los demás niños hacia la maestra para escuchar y cantar la canción.

Si las gotas de lluvia
fueran de chocolate
me encantaría estar ahí

—¿Quién quiere chocolate? —pregunta la maestra.

—¡Yo! —responden a coro los niños.

Abriendo la boca para saborear

No todos los niños cantan la canción, pero la escuchan atentamente. La angustia de la maestra es mantener a los niños en el suelo. Se le ocurre que los niños se coloquen boca arriba y que se imaginen recibir con la boca las gotas de chocolate.

La idea funciona. Todos los niños están acostados en el piso, boca arriba. Tararean con la maestra la canción, y esperan en su imaginación saborear las gotas de chocolate que caen del cielo. Marta hace una toma de los niños con el celular.

—¿Están abriendo la boca? —pregunta.

—¡Sí! —responden a coro los niños.

—La boquita hacia arriba, para que caigan las gotitas de lluvia.

Marta apaga la cámara del celular. Afuera de la escuela, el grupo de sicarios ha terminado su labor. Han asesinado a cuatro rivales narcotraficantes que se movilizaban en taxis pirata. Se habían reunido en las cercanías de la escuela. Un hombre que pasaba por ahí también fue alcanzado por las balas y murió. Desde hace un par de años los narcos prácticamente han tomado la población en donde está la escuela de Marta.

Después de que termina la balacera, la calle queda desierta y sólo hay silencio. Marta sigue cantando con sus niños la canción de las gotas de chocolate. Sus compañeras en la escuela han hecho otro tanto con los demás niños. Los niños siguen tirados en el piso durante unos quince minutos más, cantando canciones con su maestra.

Marta llama a la directora de la escuela por el celular. La directora le indica que por precaución deben seguir en el suelo unos cuantos minutos. El vigilante de la escuela saldrá a la calle en algunos minutos más a ver si ya pasó el tiroteo. Los niños siguen cantando, rodeando a la maestra, asustados, pero confiados en que ella sabe más, que no los va a desproteger.

Finalmente, el conserje de la escuela pasa por el aula avisando que ya pasó el peligro. Los niños se incorporan y vuelven a sus pupitres. Marta les dice que como se portaron bien e hicieron caso, les va a dar chocolates a todos. Los niños sonríen.

Respira por fin aliviada, el peligro pasó. Por ahora.

José Joaquín

Soy José Joaquín y publico mis relatos breves en este sitio web desde 2004. ¡Muchas gracias por leer! Gracias a tus visitas este sitio puede existir.

Artículo Anterior Artículo Siguiente