El contador Pérez asistirá a la reunión de los miércoles en la empresa por primera vez. El Gerente convocó a una lluvia de ideas y Pérez como jefe de contabilidad fue incluido, no porque el Gerente crea que puede aportar algo, sino para dar una idea de democracia y apertura que en realidad no existe en ninguna empresa. Pérez es un hombre de mediana edad más bien apocado y pusilánime, pero leal y honrado, justo como necesitan las corporaciones modernas. Está nervioso porque cree que tiene una buena idea que compartir para mejorar las ventas y ganancias, pero piensa que no lo tomarán en serio y sufre porque tendrá que decirlo delante de todos, y lo más probable es que ni siquiera lo escuchen.
Pérez piensa que su nerviosismo se podría aplacar si antes pasa a platicar con el Gerente. Tal vez si le cuenta la idea se le quite la timidez y pueda decir algo en la reunión. Decidido, una hora antes de la reunión va con el Gerente y le propone el tema de conversación.
El Gerente escucha atento. Pérez le cuenta su idea: eliminar ciertas rutas que dejan poca ganancia, contratar un outsourcing para ellas y enfocarse al 100% en las que dan más ganancia. Con esta movida, apunta Pérez, es posible que las ganancias aumenten hasta un 10%, el outsourcing de las rutas permitiría no desatender a los clientes que necesitan el servicio, porque algunos de ellos son importantes y también hacen pedidos en las rutas de más ganancia. El Gerente pone cara seria y meditabunda. Le dice a Pérez que no está mal la idea, pero que no le convence mucho, eso del outsourcing puede ser un problema. A Pérez se le baja el ánimo, cuánto le costó ir con él a explicarle algo, para que ni siquiera tomara en cuenta la idea, o al menos le diera una oportunidad. Regresa a su oficina y piensa en si debería asistir a la reunión y si debería decir la idea en público. Quizás el de mercadeo, el odioso y engreído Axel, se ría en su cara. Tan zalamero con el Gerente y los clientes importantes y tan pura mierda con la demás gente. “Si reciben sueldo, es gracias a mí” entra diciendo siempre a contabilidad el día de pago.
Pérez hace una llamada. Contesta en su casa Paola, su hija más pequeña. Se queja con su papá del Pablo, que le quitó su dinosaurio y no se lo quiere devolver. Pérez sonríe y le aconseja que hable con su mamá y que no llore, no te mirás bonita cuando llorás Paoli, el Pablo quiere que vos llorés, pero no le hagás caso. Hacé tus deberes, cuando llegue a la casa hablo con el Pablo y le digo que no te moleste. Pero no llorés más Paoli, ¿sí?
Luego se encamina hacia la reunión. Cuando le pregunten qué ideas tiene, quizás diga que quiere una nueva cafetera porque la que está en la cocina está descompuesta.
En la reunión están el Gerente, Axel de Mercadeo y Ventas, la licenciada de Recursos Humanos, el de Informática, y el de Gerencia Financiera. Pérez es el único que no es gerente, pero todos conocen su capacidad para la contabilidad y además, su honradez a toda prueba.
Toma la palabra Axel de Mercadeo. Hace una suntuosa presentación en powerpoint y señala el crecimiento de ventas, menciona algunas estrategias de mercadeo que han producido resultados y anuncia su gran idea del día: hacer empaques nuevos para un producto ya casi descontinuado.
Luego habla el de Informática, que sólo apunta que es mejor comprar ciertas licencias de software, para no molestar a uno de sus clientes importantes. La de Recursos Humanos dice que se deben planificar ciertas actividades de motivación periódicamente, y que las últimas han mejorado la comunicación y productividad. El de Gerencia Financiera menciona algunos acercamientos con otras empresas, acercamientos que deberían hacerse de común acuerdo con gerencia general y gerencia de mercadeo y ventas.
Le llega el turno a Pérez. Con las manos sudorosas y respirando un poco acelerado, explica que necesita una nueva computadora, conexión a Internet para el pago de impuestos y una nueva cafetera. Axel, sentado justo enfrente de él, suelta una carcajada sonora y burlona.
—¡Ya sabía que de contabilidad no podía salir algo bueno!
Pérez no entiende para qué lo invitaron, para qué ir allí si de todos modos cualquier cosa que diga es objeto de burla. Empieza a ponerse nervioso y siente un desasosiego criminal.
—¡Los contadores a sus hojas de trabajo y a sus formularios de impuestos! ¡Nosotros nos encargamos de darles de comer, que no se preocupen!
Es usual que los compañeros sigan las bromas de Axel, pero esta vez su desprecio a Pérez los irrita. Pérez, por su parte, se empieza a poner rojo de la furia. Axel, mientras el Gerente no lo mira, le tira una bolita de papel y se ríe.
—Debe haber gente que se dedique a lo rutinario y aburrido, claro está. Pérez es aburrido, así que le va su trabajo —dice Axel, mientras le lanza otra bolita de papel a Pérez.
Pérez quiere mantener la calma, escribe en su agenda algunos puntos que van tratando en la reunión, pero su mano tiembla y su corazón late desaforado.
—¡Pobre la mujer de Pérez!
Pérez entonces tira el lapicero y se levanta ya fuera de sí, se sube sobre la mesa y gateando sobre ella, apartando a su paso un par de laptops y tres agendas, llega hasta el cuello de Axel y lo toma con las manos, tirándolo al suelo. Lo golpea repetidamente, Axel no reacciona porque está sorprendido y apenas atina a defenderse con las manos, Pérez toma la agenda de Axel —que acaba de tirar al suelo y justo le quedó a la par— y la estrella varias veces contra la cabeza de Axel. Pérez golpea unas cuantas veces más, y ya cansado, se calma.
Ninguno de la oficina reaccionó, nadie intentó separarlos, todos están asustados. El Gerente se lleva a Pérez a su oficina, e indica que no quiere que nadie salga del salón. Una vez en su oficina, el Gerente le dice que no puede tolerar ese tipo de conducta, pero que comprende su enojo ante la abusivez e impertinencia de Axel. El no tenía derecho de tratarlo de tal forma. Hace que llamen un taxi, le explica a Pérez que no puede permitir que en su condición maneje, le pide los papeles y la llave de su carro y le dice que enviará a su chofer a dejárselo a su casa hoy mismo. Lo acompaña a la puerta y le dice que se tome los dos días siguientes libres, que se presente hasta el lunes de la próxima semana, en su oficina.
Al regresar al salón, Axel ya está recuperado del susto, los golpes dolerán un poco pero las consecuencias no serán para preocuparse demasiado. El Gerente hace la misma operación: se lo lleva a su oficina y le dice que la actitud de Pérez no tiene ninguna justificación, pero que su actitud previa hacia él, tampoco. Hace que llamen a otro taxi, le pide los papeles y la llave del carro, y le promete que hoy en la tarde su chofer estará en su casa con cu carro. Lo acompaña a la puerta, tómese el día de mañana, lo quiero ver en mi oficina pasado mañana, sin falta.
Los dos están despedidos, pero se los dirá el día que se presenten a su oficina.
El Gerente regresa al salón. Nadie ha movido nada, sigue el desastre y la estupefacción de todos. Dice “ahora mismo nos olvidamos de todo esto y continuamos”. Toma su agenda, revisa unos apuntes y va hacia la pizarra.
—Pérez antes de la reunión me dio una buena idea que quiero discutir con ustedes.