En la panadería de la esquina está la dependiente del mostrador llorando. Es una muchacha regordeta y simpática. Entra una de las clientas del lugar, pide su pan y le pregunta que por qué llora. La señora piensa que la muchacha debe estar llorando por algún amor, porque eso es lo más común del mundo y va a aconsejarla: a todos nos pasa, ya va a venir alguien más, Dios sabe por qué pasan las cosas. La muchacha contesta que hoy le dijeron que no le van a pagar (es fin de mes) sino hasta la semana próxima y ella necesitaba el dinero para la medicina de su mamá. La señora vuelve a casa con un amargo nudo en la garganta y mira cómo su hijo adolescente que no tiene nada que ver con Argentina, llora su eliminación del mundial.
En la panadería de la esquina está la dependiente del mostrador llorando. Es una muchacha regordeta y simpática. Entra una de las clientas del lugar, pide su pan y le pregunta que por qué llora. La señora piensa que la muchacha debe estar llorando por algún amor, porque eso es lo más común del mundo y va a aconsejarla: a todos nos pasa, ya va a venir alguien más, Dios sabe por qué pasan las cosas. La muchacha contesta que hoy le dijeron que no le van a pagar (es fin de mes) sino hasta la semana próxima y ella necesitaba el dinero para la medicina de su mamá. La señora vuelve a casa con un amargo nudo en la garganta y mira cómo su hijo adolescente que no tiene nada que ver con Argentina, llora su eliminación del mundial.