Lo primero es desechar todo tipo de razonamiento lógico acerca del tema en el cual nos queremos engañar, puesto que esto conduciría peligrosamente a encontrar la verdad. Engañarse a sí mismo bien puede ser un acto de piedad porque si uno es una persona odiosa no podría vivir consigo mismo si no tiene una visión distorsionada de la imagen propia.
Una vez desechado el estorbo de los pensamientos lógicos, se debe planear la mentira. Esta ha de ser cuidadosamente escogida, puesto que siendo nosotros inteligentes (vamos a asumir que así es), podríamos darnos cuenta de nuestro engaño, y al final no conseguiríamos engañarnos. Un método efectivo es hacer una sustitución de la verdad a través de repeticiones constantes. Por ejemplo, si nosotros sabemos que apestamos como escribidores de blog, debemos repetirnos constantemente yo soy un buen bloguer y el público me ama por lo menos cien veces al día durante una semana. Al final de la semana, se hará una evaluación. Leeremos nuestros posts nuevamente y si notamos destellos de genialidad, sabremos entonces que vamos por buen camino.
Cuando hayamos logrado engañarnos totalmente, cuando a pesar de toda evidencia estemos convencidos de que lo que pensamos es cierto, conviene desechar los recuerdos de cómo lo hicimos. Si nos vienen a la mente pensamientos como “¿me estaré engañando yo mismo?” debemos negarlo rotundamente una y otra vez, hasta que ese pensamiento se parezca al ruido que hace una gota de rocío al caer a tierra en una húmeda mañana de junio, en un año de mundial de fútbol.
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