El viernes me corté groseramente con la rasuradora justo debajo de la fosa nasal izquierda. De la izquierda mía, no de la de ustedes. Me empezó a salir sangre roja, como la que me suele salir en estos casos. Después de algunos minutos de profusa hemorragia, dejó de salir.
Luego me senté en la computadora a ver mis correos electrónicos y en un movimiento que no entiendo, me pasé trayendo la herida y cayó una gota de sangre en el teclado, sangre roja, otra vez. Esperé que coagulara y salí para el trabajo. En la camioneta me fui parado y otra vez me pasé trayendo la herida, comprobándome a mí mismo lo torpe que soy. Una gota de sangre roja para mi desgracia cayó en el generoso busto que llevaba semidescubierto una sensual señorita que iba sentada del lado del pasillo y que volteó a verme con gesto de desaprobación. Yo tuve la intención de sacar mi pañuelo y limpiarle el área, pero me pareció que no era buena idea. Ella con el dedo índice de la mano derecha limpió la gota de sangre y a continuación se lo chupó, me voltéo a ver con el dedo todavía en la boca, y luego de sacarlo lentamente, me hizo un guiño y sonrió dejando ver sus blanquísimos colmillos de vampiresa. Sonreí nervioso, me disculpé torpemente y de inmediato me bajé del bus.
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