Convencerse de la verdad es una tarea harto difícil y requiere sinceridad, aplomo y vocación de masoquista. A veces es mejor vivir engañado porque esto nos protege de nuestras miserias, aunque es conveniente convencerse de la verdad de vez en cuando. Por ejemplo, cuando nos damos cuenta de que la que amamos ya no nos pela pero ni un poquito.
Cuando descubrimos esa verdad, lo más probable es que nos digamos “no puede ser, es que no puede ser”, puesto que nosotros somos unos seres adorables y buenos partidos, qué mas quería esa desgraciada. Lo importante es tener en cuenta la regla infalible de que las mujeres siempre se van con alguien que no nos llega a los talones. Es decir, podrá tener mejor físico, pero jamás tendrá el intelecto que a nosotros nos distingue de los demás mortales. O viceversa, será un cerebrito, pero jamás nos soportaría una trompada a mano limpia. Contra lo que no se puede competir, es contra el dinero. Lo recomendable siempre es tener dinero.
La estrategia para convencerse de la verdad debe ser compasiva con nosotros mismos. No es recomendable decir: “Ella no me quiere, no sirvo para nada”. En su lugar debemos decir: “las mujeres siempre se quedan con el peor, el hecho de que ya no me quiera es buena seña”. Si nos repetimos para nosotros mismos esa frase una y otra vez durante tres meses por lo menos, lograremos convencernos de la verdad. Hay que tener en cuenta que habrán recaídas, como cuando una tarde de lluvia de casualidad nos encontremos en la calle con ella y crucemos miradas y logremos ver en sus ojos un humedecimiento melancólico. Para esas ocasiones tenemos que estar preparados y repetirnos con firmeza: “no, eso no significa nada, ya no me quiere”, y si logramos que el corazón siga latiendo a su ritmo normal, podremos estar seguros de nuestro éxito final.